Un gran maestro oriental fue interrumpido en sus meditaciones por un inquieto discípulo obtener respuesta de una cuestión que le angustiaba.-"Maestro…En mi pueblo tengo a un hombre que todos los días me insulta cuando paso frente a su puerta. Me dice cosas horribles que no he hecho y se que comenta habladurías de mi con las familias. Me está haciendo una imagen muy fea".
¿Por qué te mortifica eso?, le preguntó el Maestro.
¿"Pero es que usted no se da cuenta de lo terrible es que tener a alguien que te desacredita y te ataca todos los días con una tunda de mentiras y falsedades?". No merezco eso porque es mentira y sólo me ocupo de mi trabajo y ayudar a quien puedo cuando eso es posible.
"No hagas nada. Ignóralo. Déjale que siga hasta que se canse" dijo el Maestro.
"!Cómo va a ser!. No voy a permitirle que me siga atacando. Debería buscar un madero y entrarle con una golpiza que jamás me olvide" ripostó muy molesto el discípulo, elevando el alumno.
"Cuando alguien te trae un plato de miel envenenada para que lo consumas, lo que tienes que hacer es no tomarlo. De esa forma, quien te ofrece ese plato inadecuado tiene que cargar con el. Tiene que quedarse con su veneno. Y le hará daño únicamente a él.
La experiencia milenaria oriental que enseña ese Maestro tiene una actualidad que no muere con el paso del tiempo.
Hoy día, muchos otros seres inconformes con la cuota que les ha entregado la vida, se ocupan de ser los francotiradores de veneno a quienes consideran superiores mejor plantados en la existencia.
Es el grito de los lobos hambrientos que observan con envidia el banquete de bondades de los otros.
El mejor premio es dejarlos con su veneno…y con su inmensa soledad.
Gracias a José Rafael Sosa
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